sábado, octubre 19, 2013

En llamas


La noticia había dejado helado a Thoribas. Creí que avisaría al Templo, que me echaría de la orden... pero no fue así. Sin embargo, aún parecía más distante que antes. Sólo me pedía que tuviera cuidado cuando saliera a reclutar, pero nada más. La convivencia con él seguía siendo igual de difícil que siempre o incluso más. Por otra parte, la elfa llevaba un par de días sin salir del cuarto del piso superior. Si bajaba para comer o para ir a alguna parte, ni Thoribas ni yo estábamos presentes. Era una mujer bastante extraña y reservada. Sólo cuando tuve el encontronazo con el gnomo en el puente de la ciudad humana la había oído hablar, pero ni una palabra desde que mi compañero la reclutara días atrás.
Un incómodo silencio se había instalado en la base nuevamente. Empezaba a acostumbrarme a ellos y cada vez me sentía más incómoda cuando hablábamos, sobre todo si era un tema del que ninguno de los dos quería saber nada.
—El Templo no debe enterarse por ahora —comentó.
Razón no le faltaba, y agradecía que fuera discreto al respecto. Precisamente me había ido de allí y de Auberdine para evitar comentarios y que llegara a mi familia. No quería que hablaran de mí, que chismorrearan acerca de mi estado. No quería que nadie me reprochara nada. Bastante tenía ya recordando día a día que tenía un pequeño ser creciendo en mis entrañas y que Ayshlad había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Aquel día el gnomo había estado especialmente molesto, intentando entrar en nuestra base por todos los medios hasta que pareció rendirse. Había aporreado la puerta, golpeado las ventanas, gritado, llamado a los guardias... y por fin se hizo el silencio. Creo que jamás he agradecido tanto en mi vida que llegara tanta paz y calma, aunque rápidamente se vio interrumpida por Thoribas, quien entró por la puerta lentamente. La cerré con celeridad para evitar que esa miniatura de cresta verde entrara. Cuando se sentó, me explicó la situación en Vallefresno. Pronto las centinelas acudiríamos al frente para defender nuestras tierras una vez más de los ataques de la Horda. Unos meses atrás había acudido a algo semejante, pero no pudimos hacer retroceder a los orcos, quienes parecían deseosos de acabar con todo signo de vida de nuestros bosques. A pesar de que deseaba ir, de que daría la vida por nuestras tierras y nuestra raza, Thoribas insistía en que me quedara en Ventormenta o que, como mucho, atendiera a los heridos en el frente.
—Estás embarazada, piensa en tu hijo.
De nuevo era su decisión, como siempre. Vi cómo marchaba hacia el piso superior para maldecirle por lo bajo, susurrando las palabras de desagrado. Rápidamente volvió para preguntarme por la elfa, quien se había largado frente a nuestras narices sin que nos percatáramos y, al ser noche cerrada me pidió que me quedara en la base mientras él iba a buscarla. Lo agradecí con todo mi ser para acostarme al fin en la cama. Dormir en el suelo no le había hecho ningún bien a mis riñones y el crío parecía esperar a que estuviera dormida para dar patadas.
Al fin...

Algo me alertó. Me desperté asustada en la cama, tosiendo. Había soñado con un incendio y el humo me dificultaba la respiración. Al abrir los ojos me di cuenta de que el humo era real y de que me había despertado al sentir cómo penetraba en mis pulmones. Me levanté rápidamente de la cama en la que tan cómoda me hallaba para abrir la puerta. El fuego venía de abajo, al igual que la gran nube de humo negro que se elevaba por las escaleras. Me tapé la nariz y la boca con el cuello de la camisa y decidí bajar al piso inferior. Cuando llegué a la sala donde Thoribas y yo habíamos pasado las últimas noches, vi el origen del incendio. En el centro estaban las estanterías, libros, sillas y la mesa ardiendo en una pira. El fuego había comenzado a lamer con sus flamígeras lenguas todo cuanto se encontraba a su alrededor y pronto llegaría a la entrada, a la cual me dirigí con presteza evitando la improvisada hoguera. Al salir me hallé con los guardias que habían acudido para ver de dónde provenía el humo y apagar su origen, pero el incendio crecía con cada segundo que pasaba. No se podía hacer nada. Ash'andu estaba conmigo, había salido tras de mí cuando abrí la entrada. Mientras observaba cómo el edificio era consumido por las llamas, los guardias me preguntaron si estaba bien y qué había pasado, pero ni yo misma lo sabía.

Tenía ganas de llorar, de encerrarme en mí misma y dejar ir toda la acumulación de sucesos que llevaba dentro. Nos dirigíamos ahora hacia Vallefresno. Thoribas iba a participar en batalla mientras yo esperaría a que regresara, dado que debido a mi estado no quería que pudieran herirme. Aunque era un tipo bastante distante y frío, ahora parecía preocuparse por mí y por el bebé que crecía en mi interior, un bebé que yo no deseaba tener ni dar a luz. No con Ayshlad desaparecido. Era un sentimiento contradictorio. No quería tener al niño, pero al mismo tiempo cuidaba de él y le protegía. Incluso Thoribas parecía haber adoptado una actitud protectora.
Una vez llegamos a nuestro destino, le guié hacia una casa cercana a la linde con Costa Oscura. Era un pequeño refugio que nos serviría para pasar la noche. Thoribas había recibido una misiva de un tal Arkhon. La Horda estaba talando nuevamente más de la cuenta y debíamos hacerle frente. Insistió en que me quedara allí y que no acudiera.
—Ahora sois dos, tienes que pensar también en la vida de tu hijo.
Empezaba a preguntarme qué sucedía conmigo, porqué parecía que mi hijo le importaba más a todo el mundo menos a mí. ¿En qué me convertía eso? Además, mi vida estaba dedicada a nuestro pueblo, no a lo que había en mi interior.
—Iré —insistí.
Como era de esperar, no le gustaba mi decisión de ir al ataque, pero eso no me importaba. Cenamos en silencio y, sin saber porqué, me quedé mirando hacia el exterior, perdiendo la mirada en la fauna del lugar. El deseo de que Ayshlad regresara me hacía seguir esperándole como estaba haciendo en aquel instante. ¿Era eso o tal vez...? Estaba tan distraída que ni siquiera escuché sus pasos al acercarse.
—¿Sucede algo?
Negué con la cabeza, pero no pude fingir por mucho más tiempo. Necesitaba hablar con alguien y Thoribas era la única persona a la que tenía en esos momentos, la única dispuesta a escucharme. Desde que sabía lo de mi embarazo había cambiado, y yo también lo estaba comenzando a hacer.



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4 comentarios:

  1. Ohhhh leí la parte anterior de la historia pero no me había dado cuenta que ya estaba esta nueva entrega :P Creo que cada vez le va peor a esa pobre Dalria, si el padre de su hijo estuviera con ella todo sería distinto... :(

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    1. O no, quién sabe... Lo bueno es que cuando ya no puedes ir a peor, sólo puedes ir a mejor. Esperemos que sea lo que le pase a Dalria, que menuda racha ;)

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    2. +1 !! Te apoyamos Dalria !!!!

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  2. Si jaja mala racha desde que conoció a ese druida :P

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