La noticia había dejado helado a Thoribas. Creí que avisaría al Templo, que me echaría de la orden... pero no fue así. Sin embargo, aún parecía más distante que antes. Sólo me pedía que tuviera cuidado cuando saliera a reclutar, pero nada más. La convivencia con él seguía siendo igual de difícil que siempre o incluso más. Por otra parte, la elfa llevaba un par de días sin salir del cuarto del piso superior. Si bajaba para comer o para ir a alguna parte, ni Thoribas ni yo estábamos presentes. Era una mujer bastante extraña y reservada. Sólo cuando tuve el encontronazo con el gnomo en el puente de la ciudad humana la había oído hablar, pero ni una palabra desde que mi compañero la reclutara días atrás.
Un incómodo silencio se había instalado en la
base nuevamente. Empezaba a acostumbrarme a ellos y cada vez me sentía más
incómoda cuando hablábamos, sobre todo si era un tema del que ninguno de los
dos quería saber nada.
—El Templo no debe enterarse por ahora —comentó.
Razón no le faltaba, y agradecía que fuera
discreto al respecto. Precisamente me había ido de allí y de Auberdine para
evitar comentarios y que llegara a mi familia. No quería que hablaran de mí, que
chismorrearan acerca de mi estado. No quería que nadie me reprochara nada.
Bastante tenía ya recordando día a día que tenía un pequeño ser creciendo en
mis entrañas y que Ayshlad había desaparecido sin dejar rastro alguno.
Aquel día el gnomo había estado especialmente
molesto, intentando entrar en nuestra base por todos los medios hasta que
pareció rendirse. Había aporreado la puerta, golpeado las ventanas, gritado,
llamado a los guardias... y por fin se hizo el silencio. Creo que jamás he
agradecido tanto en mi vida que llegara tanta paz y calma, aunque rápidamente
se vio interrumpida por Thoribas, quien entró por la puerta lentamente. La
cerré con celeridad para evitar que esa miniatura de cresta verde entrara.
Cuando se sentó, me explicó la situación en Vallefresno. Pronto las centinelas
acudiríamos al frente para defender nuestras tierras una vez más de los ataques
de la Horda. Unos meses atrás había acudido a algo semejante, pero no pudimos
hacer retroceder a los orcos, quienes parecían deseosos de acabar con todo
signo de vida de nuestros bosques. A pesar de que deseaba ir, de que daría la
vida por nuestras tierras y nuestra raza, Thoribas insistía en que me quedara
en Ventormenta o que, como mucho, atendiera a los heridos en el frente.
—Estás embarazada, piensa en tu hijo.
De nuevo era su decisión, como siempre. Vi cómo
marchaba hacia el piso superior para maldecirle por lo bajo, susurrando las
palabras de desagrado. Rápidamente volvió para preguntarme por la elfa, quien
se había largado frente a nuestras narices sin que nos percatáramos y, al ser
noche cerrada me pidió que me quedara en la base mientras él iba a buscarla. Lo
agradecí con todo mi ser para acostarme al fin en la cama. Dormir en el suelo
no le había hecho ningún bien a mis riñones y el crío parecía esperar a que
estuviera dormida para dar patadas.
Al fin...
Algo me alertó. Me desperté asustada en la cama,
tosiendo. Había soñado con un incendio y el humo me dificultaba la respiración.
Al abrir los ojos me di cuenta de que el humo era real y de que me había
despertado al sentir cómo penetraba en mis pulmones. Me levanté rápidamente de
la cama en la que tan cómoda me hallaba para abrir la puerta. El fuego venía de
abajo, al igual que la gran nube de humo negro que se elevaba por las escaleras.
Me tapé la nariz y la boca con el cuello de la camisa y decidí bajar al piso
inferior. Cuando llegué a la sala donde Thoribas y yo habíamos pasado las
últimas noches, vi el origen del incendio. En el centro estaban las
estanterías, libros, sillas y la mesa ardiendo en una pira. El fuego había
comenzado a lamer con sus flamígeras lenguas todo cuanto se encontraba a su
alrededor y pronto llegaría a la entrada, a la cual me dirigí con presteza
evitando la improvisada hoguera. Al salir me hallé con los guardias que habían
acudido para ver de dónde provenía el humo y apagar su origen, pero el incendio
crecía con cada segundo que pasaba. No se podía hacer nada. Ash'andu estaba
conmigo, había salido tras de mí cuando abrí la entrada. Mientras observaba
cómo el edificio era consumido por las llamas, los guardias me preguntaron si
estaba bien y qué había pasado, pero ni yo misma lo sabía.
Tenía ganas de llorar, de encerrarme en mí misma
y dejar ir toda la acumulación de sucesos que llevaba dentro. Nos dirigíamos
ahora hacia Vallefresno. Thoribas iba a participar en batalla mientras yo
esperaría a que regresara, dado que debido a mi estado no quería que pudieran
herirme. Aunque era un tipo bastante distante y frío, ahora parecía preocuparse
por mí y por el bebé que crecía en mi interior, un bebé que yo no deseaba tener
ni dar a luz. No con Ayshlad desaparecido. Era un sentimiento contradictorio.
No quería tener al niño, pero al mismo tiempo cuidaba de él y le protegía.
Incluso Thoribas parecía haber adoptado una actitud protectora.
Una vez llegamos a nuestro destino, le guié
hacia una casa cercana a la linde con Costa Oscura. Era un pequeño refugio que
nos serviría para pasar la noche. Thoribas había recibido una misiva de un tal
Arkhon. La Horda estaba talando nuevamente más de la cuenta y debíamos hacerle
frente. Insistió en que me quedara allí y que no acudiera.
—Ahora sois dos, tienes que pensar también en la
vida de tu hijo.
Empezaba a preguntarme qué sucedía conmigo,
porqué parecía que mi hijo le importaba más a todo el mundo menos a mí. ¿En qué
me convertía eso? Además, mi vida estaba dedicada a nuestro pueblo, no a lo que
había en mi interior.
—Iré —insistí.
Como era de esperar, no le gustaba mi decisión
de ir al ataque, pero eso no me importaba. Cenamos en silencio y, sin saber
porqué, me quedé mirando hacia el exterior, perdiendo la mirada en la fauna del
lugar. El deseo de que Ayshlad regresara me hacía seguir esperándole como
estaba haciendo en aquel instante. ¿Era eso o tal vez...? Estaba tan distraída
que ni siquiera escuché sus pasos al acercarse.
—¿Sucede algo?
Negué con la cabeza, pero no pude fingir por
mucho más tiempo. Necesitaba hablar con alguien y Thoribas era la única persona
a la que tenía en esos momentos, la única dispuesta a escucharme. Desde que
sabía lo de mi embarazo había cambiado, y yo también lo estaba comenzando a
hacer.
Ohhhh leí la parte anterior de la historia pero no me había dado cuenta que ya estaba esta nueva entrega :P Creo que cada vez le va peor a esa pobre Dalria, si el padre de su hijo estuviera con ella todo sería distinto... :(
ResponderEliminarO no, quién sabe... Lo bueno es que cuando ya no puedes ir a peor, sólo puedes ir a mejor. Esperemos que sea lo que le pase a Dalria, que menuda racha ;)
Eliminar+1 !! Te apoyamos Dalria !!!!
EliminarSi jaja mala racha desde que conoció a ese druida :P
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