miércoles, agosto 20, 2014

Regreso y partida


Había pasado algo más de una semana desde que habíamos vuelto a Darnassus, pero decidí volver a la Atalaya de Maestra. Tenía esperanzas de que hubiera algún cambio, alguna novedad o buena noticia... pero la misma tranquilidad que cuando había ido con Enthelion permanecía allí, dormitando. Por el contrario, debido a la confianza que se había ganado y sus iniciativas, había ascendido al rango de Centinela a mi recluta. Thoribas se mostró molesto de inmediato mediante nuestro comunicador, pero decidí no prestarle ningún tipo de atención.
Cuando regresé a la capital darnassiana, cité a Enthelion en el área de entrenamiento. Era un pequeño rincón cerca de la entrada de la ciudad con muñecos de entrenamiento y una liza; algo sencillo pero que cumplía perfectamente con su propósito. Al llegar al lugar, me saludó y pude ver los arañazos que tenía en el rostro. Los acaricié con la yema de mis dedos con suavidad, pretendiendo no hacerle el más mínimo daño. ¿Thoribas? No, ni siquiera conocía a quien se los había hecho. Suspiré tras asegurarme de que se las había desinfectado, diciéndole que se presentara ante el Archidruida en cuanto hubieran curado. Estudié su herido rostro mientras hablaba con él. No importaba que tuviera unos cuantos rasguños, seguía viéndose igual de imponente y atractivo.
—¿Me ha reclamado? —preguntó.
—No, pero para que al menos te conozca y se le bajen los humos.
Thoribas necesitaba entender de una vez que ambos liderábamos la Orden, que yo tenía tanto derecho como él a tomar mis propias decisiones, tanto si le gustaban como si no. Antes de despedirme de él le informé de la reciente tregua que habían firmado la Alianza y la Horda. No nos iban a dar el territorio que habíamos perdido, pero sin duda eso era mejor que perder el poco que nos quedaba y en eso estábamos de acuerdo mi Centinela y yo. Pero eso también significaba otra cosa: no teníamos nada más que hacer por ahora. En Vallefresno ya no habría ningún movimiento por parte de la Horda, pero hacer algo por nuestra cuenta significaría poner fin a dicha tregua.
—¿Te aposentarás en el barracón? —quiso saber mientras comenzaba a alejarme.
¿Quedarme allí para ver al druida constantemente? No quería perder la cordura con él, al menos la que me restara. No, puse rumbo al Bancal de los Artesanos, donde disponía de un pequeño lugar al que podía llamar hogar y donde podría al fin descansar.

Archidruida, ¿disponéis de un momento para hablar conmigo?
Ahora no podrá ser, Centinela.
Bostecé mientras les escuchaba, pues habían interrumpido mi sueño. Al oír la respuesta de Thoribas a través de la runa, decidí carraspear e intentar ser cordial con él.
Thoribas, te agradecería que dispusieras de un pequeño momento para atender al Centinela Dath'anar Filo Sombrío. No te robará demasiado tiempo.
Ya le tengo delante, descuida —contestó Enthelion.
¿Delante? Estoy en Costa Oscura —respondió el druida.
¿Quién se hallaba en el barracón si no era él? Decidí ponerme mi armadura y acercarme a echar un vistazo, tal vez fuera un nuevo recluta. Para mi sorpresa, el felino que se hallaba visitando el barracón volvió a su forma kaldorei de piel blanquecina y cabellos níveos. No tardé ni un segundo en abalanzarme sobre ella para abrazarla.
—¡Nahim!
No pude evitar el grito al ver a mi hermana. Hacía casi un año que no sabía nada de ella, pues había desaparecido sin dejar rastro tras decidir casarse con el humano del que se había enamorado. Enthelion se apartó mientras nos miraba y Nahim no dudó en preguntar si se trataba de mi marido, ante lo cual contuve la risa y negué.
—Entonces... ¿Thoribas es tu marido? Lo acaba de nombrar ese elfo —dice mientras señala al Centinela.
Volví a negar. Nada en el mundo haría que me casara por el rito de los humanos ni tampoco compartir el resto de mis siglos junto a Thoribas, ni siquiera cuando creí estar enamorada de él.
—¿Aún no te has casado? —preguntó Nahim alarmada. —Deberías darte prisa, escuché que tienes un hijo.
Parecía reprochármelo con la mirada, pero sólo pude pensar en que parecía estar contándole mi vida entera a Enthelion. Afortunadamente era avispado y nos dejó a solas, pero ella ni siquiera fue capaz de esperar a que el kaldorei se hubiera marchado para formular la siguiente pregunta, directa y sin anestesia.
—¿Cuánto tiempo ha tardado en abandonarte el padre?
—Se fue al norte sin saber que estaba encinta —contesté. —Volvió y... desapareció otra vez, de modo que le doy por muerto.
Había mentido a mi propia hermana, algo que en tiempos anteriores ni se me habría ocurrido. Ayshlad no se había ido al norte, había desaparecido, al igual que ella. Sin embargo, vi mejor decir aquello estando Enthelion aún presente y, en cierta manera, para engañarme también a mí misma.
—O quizá esté con otra —se encogió de hombros. —Alguien que desaparece así, de repente...

Notaba a mi hermana distinta. Nunca se había comportado así. Nunca me había hecho preguntas de forma tan directa sabiendo que tal vez podían hacer daño. Era como si estuviera metiendo el dedo en la llaga a propósito, como si mi hermana se hubiera desvanecido junto a los siglos que habíamos pasado juntas para, en unos meses, convertirse en una versión humanizada de ella. Cuando le pregunté dónde había estado todo ese tiempo, contestó simplemente "por ahí", sin darle demasiada importancia. Del mismo modo, como si fuera algo tan normal como hablar del tiempo se tratara, me enteré de que había tenido dos niñas semielfas y que Arcthor desapareció. Sabía que ese humano le traería problemas, aunque jamás pensé que llegaría a cambiar a mi adorada hermana de este modo.
—Sigues igual que siempre. ¿Cuándo vas a hacer algo con ese pelo?
Noté al instante su cambio de tema. Acepté que no quisiera seguir hablando de ella y decidí seguirle el juego, preguntándole a qué venía eso de verme casada. Aparte de que era algo fuera de nuestras tradiciones, estaba muy bien sola. Ayshlad había desaparecido y para Thoribas sólo fui un juego. Ni siquiera sabía qué era en realidad el amor como para pasar el resto de mis días con alguien. No, no seguía esperando a que Ayshlad regresara, no se lo merecía. De repente vi cómo se alejaba, despidiéndose como si nada hubiera sucedido.

Al salir del barracón tras unos momentos pensando en mi conversación con Nahim y cómo había cambiado, me acerqué a la orilla de las aguas de la ciudad. A mi camino vislumbré a Enthelion. Era bastante probable que hubiera escuchado la conversación, aunque en ese momento tenía otras cosas en mente. Él, además, era requerido por Thoribas, quien le estaba dando órdenes mediante el comunicador.
—Espérame en la entrada de la ciudad, elfo.
—Todos tenemos un nombre, Conejito —no pude contenerme a llamarle como solía hacer el dichoso gnomo.
Pasado un rato, escuché cómo le ordenaba de malas maneras que se marchara. Mi paciencia tenía un límite y lo acababa de sobrepasar. Su actitud era totalmente deprimente. Necesitaba tomarse un descanso y relajarse... por no decir que necesitaba desaparecer. Decidí volver al barracón, anunciándoselo a Enthelion con un gruñido en cuanto llegué.
Nahim... ¿Qué había pasado contigo? Había cambiado y mis predicciones no habían sido equívocas. Le avisé sobre Arcthor y me ignoró, y finalmente se encontró con lo que le dije. En cuanto a Thoribas... Era mejor no pensar en él, al menos por el momento, aunque mis plegarias no fueron escuchadas.
Enthelion, acata las ór-órdenes sin dudar la próxima vez.
¿Qué demonios había pasado entre Enthelion y Thoribas para que este último tartamudeara? Seguí prestando atención al comunicador por si decían algo más que me aclarara las dudas, pero el silencio se apoderó de él. Me dejé car en la cama, enredando los dedos en el pelo ondulado por la trenza mientras le daba vueltas el tema. Empecé a pensar que Thoribas no había cambiado. En cierto modo siempre pareció tener él el poder al principio, cosa que después dejó pasar cuando se enteró de mi estado. Desapareció y al volver se tornó frío de nuevo, distante... y sediento de poder. Siempre había sido así, sólo cambió durante mi embarazo. Cuanto más pensaba en ello, más segura estaba. Había tardado demasiado en darme cuenta.
El crujir del suelo llamó mi atención, pues unos pasos se acercaban hacia mí. Me puse en pie y me dirigí hacia el Centinela, que llegaba al barracón. Tenía curiosidad por saber qué había pasado entre él y el druida, pues una simple charla no bastaba para hacerle tartamudear. Aunque Thoribas no estuviera dispuesto a escucharle, yo sí, y con ganas de verle en acción, en el frente de batalla. No me importaba cuándo fuera, pero tenía buenas cualidades.
—Ayer me llegaron noticias sobre el Bosque del Ocaso, bajo Elwynn —informó.
Quería pasarse por el lugar si no le necesitaba. Habían estado llegando refugiados pidiendo asilo a Villa Oscura, y de ahí a Ventormenta. Misteriosos cánticos se oían y la gente enfermaba en el bosque al parecer. La vez que Thoribas y yo habíamos ido, meses atrás, los lugareños decían escuchar cosas extrañas. Que estuviera relacionado con lo que me contaba ahora Enthelion era una gran posibilidad. Le di permiso para ir y recoger toda la información al respecto que le fuera posible, enviándomela por medio de una misiva.
—Si sucediera algo, te doy plena confianza para que hagas lo que creas conveniente. Confío en que sabrás qué hacer.
Un voto de confianza. Estaba segura de estar haciendo lo correcto. Si todo seguía igual y resultaba ser útil para la Orden, quizá podría ser el nuevo Capitán.


Aquella noche dormí casi sin problemas. Únicamente había soñado con Erglath, con mi pequeño... Pero tarde o temprano hay que despertar, y qué mejor que hacerlo con Ash'andu a mi lado. Nada más vestirme me dirigí junto a ella al barracón. Dejé que se sentara a tomar el aire mientras revisé una misiva de una recluta draenei, lo cual me dejó atónita. Sin embargo, un carraspeo interrumpió mis pensamientos y mi sorpresa. Thoribas miraba de soslayo a Ash'andu y le pregunté si estaba al tanto de lo que sucedía en Villa Oscura tras acercarme. Había decidido no dejarme llevar por la ira y la rabia, pero él acababa con mi paciencia en cuestión de segundos. Me ponía a prueba a mí misma, aunque era algo que debía hacer. En cuanto supo que Enthelion había ido en busca de información, torció el gesto.
—Las noticias no son demasiado alentadoras como para enviar a uno de los pocos efectivos que tenemos.
Menuda novedad, como si fuera algo que no supiera. Era tan bueno haciéndome enfadar como resaltando lo obvio. De todos modos, el Centinela quería ir y yo tan solo había aprovechado su viaje para mantenerme al tanto. Si se le requería, sabía que acudiría a mi llamada en el acto.
—Los ciudadanos del bosque han enfermado. Juraría que han trasladado a todos a Ventormenta. Aquellos que no lo han hecho, han perdido el uso de la razón. Eso último es lo que más me preocupa.
¿Que eso le preocupaba? ¿Le preocupaba que los humanos de Villa Oscura hubieran perdido el uso de razón antes que lo sucedido en Vallefresno? Respiré hondo, necesitaba mantener la calma. Nosotros no podíamos hacer nada ya, pues la guerra de nuestros bosques se había detenido en cuestión de días para ser llevada a las Tierras Altas de Arathi. Estar de brazos cruzados era una pérdida de tiempo, sobre todo cuando con Enthelion podíamos saber qué pasaba en los bosques humanos en lugar de dejar que nos llegaran rumores.
—¿Y volver locos, Dalria? —me preguntó más sereno de lo que le había visto desde que volvió de Rasganorte. —Locos o enfermos, es una decisión un tanto extraña.
—No he dicho de ir a Villa Oscura, sino a Ventormenta e intentar indagar un poco más.
¿Qué mal podría hacernos investigar en la capital humana?

—¿Acaso te has cansado de esto? —señaló la ciudad con un gesto de cabeza.
Había demasiada paz, demasiada tranquilidad... No era algo que me importara en otro momento, pero en la situación en la que nos hallábamos me inquietaba junto al no haber podido hacer nada por Vallefresno. La impotencia que sentía en mi interior no había disminuido, y ver problemas y no hacer nada... acababa conmigo. Pronto no necesitaría ir a Villa Oscura para acabar con mi cordura, pues Thoribas y tanta calma lo iban a hacer antes o después.
—Son SUS problemas, no los nuestros —replicó.
Por su parte, los Centinelas no tendrían actividad alguna en lo que sucediera en Ventormenta o sus alrededores, sea lo que fuera lo que estuviera aconteciendo allí.
—Intenta decidir algo por ti misma de una vez, Dalria.
¿Que intentara qué? Ambos teníamos el mismo poder, ¿pero de qué servía si cada uno iba por su lado en cuanto podríamos hablar las cosas y decidir algo entre ambos? No estaba segura de querer entenderle. Sólo estaba segura de una cosa y es que me estaba cansando de poner siempre de mi parte para que la Orden funcionara entre él y yo.

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