Pasos. El chirriar de las bisagras de una puerta al abrirse y cerrarse con cuidado. El frío había desaparecido de la estancia, pero el dolor permanecía latente. ¿Había Thoribas decidido llevarme a otro sitio para que bajara la guardia y seguir más tarde con la pesadilla? Volvía a oír pasos, esta vez acercándose a mí. Quería abrir los ojos, pero hasta ese simple hecho me costaba como si me fuera la vida en ello. Noté cómo aquella persona, fuera quien fuera, cubría cada una de mis heridas con vendas. Era imposible que se tratara de Thoribas, pero... ¡Enthelion! Recordé súbitamente cómo me había cubierto con su capa antes de cogerme en brazos.
Me obligué a mí misma a abrir los ojos, pero la
luz me cegaba. Cuando aquella persona que para mí era una mancha borrosa
terminó con los vendajes, dejó algo sobre la cama. Me fui acostumbrando a la
luminosidad del lugar y podía ver con más claridad poco a poco. Se trataba de
Mikh. Me incorporé lentamente en la cama, incómoda, cubriéndome con la capa de
Enthelion.
—Descansa. Cuando puedas moverte... —señaló
la ropa que había dejado sobre la cama—. Estaremos abajo.
Salió de la habitación y cerró la puerta tras de
sí. Intenté recordar lo que había pasado en la cripta, pero mis recuerdos eran
vagos. El frío y el miedo me envolvieron de nuevo, haciéndose con el control de
mi cuerpo. Había comenzado a temblar de pies a cabeza antes de que pudiera
darme cuenta, pero recordé las palabras de Mikh. Estaba abajo junto a
Enthelion, ¿pero dónde me encontraba? Por la arquitectura de aquel cuarto se
trataba de una estructura humana, pero a través de las ventanas no se veía nada
más que oscuridad. Decidí vestirme, pero cada movimiento parecía una tortura.
Debía bajar cuanto antes y reunirme con Enthelion. Esperaba que Thoribas se
hubiera interpuesto en su camino y que ahora estuviera criando malvas.
En cuanto salí de la posada pude ver que me
encontraba en Villa Oscura. Era un pequeño pueblo humano vigilado por la
milicia de la Guardia de la Noche, una organización independiente que velaba
por la seguridad de aquel lugar. Mikh y Enthelion se hallaban a pocos metros,
junto a la fuente que había en medio de la plaza central del pueblo. Las
miradas de ambos se posaron sobre mí, pero sólo pude descifrar una gran
preocupación en la de aquel que me había sacado en brazos de la cripta. Tras
agradecerles lo que habían hecho por mí, Mikh entró de nuevo en la posada para
ir a buscar algo que se había olvidado... o tal vez para dejarnos simplemente a
solas.
—Deberías acostarte —dijo Enthelion, quien no me
quitaba la vista de encima.
—Estoy bien, sólo necesito regresar.
—No estás en condiciones —murmuró una vez se
hubo acercado a mí, alzándome el rostro suavemente con el pulgar acariciando mi
barbilla.
Mikh regresó con una guja que guardaba en su
vaina, provocando que Enthelion volviera a guardar un poco las distancias.
Habría deseado que aquel kaldorei no hubiera vuelto. Lo único que me había
hecho aguantar en aquellas criptas y no rendirme había sido el recuerdo de
Enthelion. Estaba confundida, pero sabía que él me había dado fuerzas cuando ya
no me quedaban.
—Deberías descansar, ahora —Mikh hizo que
volviera a ser consciente de dónde estaba.
—Antes debo regresar e informar al Templo de la
Luna.
—No estás en condiciones para poner al corriente
a nadie.
—Hemos coincidido en ambas cosas —intervino
Enthelion con una pequeña sonrisa, guiándome de nuevo hacia la posada—. Ve.
No tenía ganas de discutir con ninguno de ellos,
así que entré de nuevo en la posada y me senté frente al fuego. Realmente
estaba demasiado cansada como para hacer ningún viaje, y mi cuerpo pedía reposo
durante una larga temporada. Sin embargo debíamos informar de lo ocurrido para
que se apresara cuanto antes a Thoribas. Era un peligro dejarle suelto y quería
ser yo quien impartiera justicia, pues al fin y al cabo él era mi subordinado.
Mikh entró de nuevo y me reprochó no estar
descansando en la cama, pero no le hice el menor caso. Habían traído a Do'anar
con ellos cuando me fueron a buscar y era cuanto necesitaba saber aparte de
cuándo partiríamos. Salió a preguntar a Enthelion, de modo que supuse que se
había encargado de todo en mi ausencia.
—Enthelion partirá antes del amanecer, asuntos
diversos requieren su atención en Auberdine.
Recaía en mí la decisión de cuándo volveríamos a
Darnassus. Fue un fallo por parte de Enthelion dejarlo en mis manos, pues sabía
qué decisión tomaría y que en aquel momento no estaba en condiciones de
liderar. No obstante me preocupaba ir sin él y me intrigaba qué asuntos eran
los que requerían que marchara sin mí.
—Tú decides —dijo Mikh casi esperando una
respuesta.
—Ya mismo.
Frunció el ceño. No le gustó aquello, pero era
yo quien daba las órdenes y debía acatar, le gustara o no. Salió a preparar las
monturas, yo reposaría unos minutos más. Cuando salí, Enthelion y el recluta
estaban hablando, pero enmudecieron y me miraron en cuanto llegué. Sabía que no
le gustaría la idea y que no estaría de acuerdo.
—¿Estás segura? —preguntó, de nuevo con aquella
expresión de preocupación en la cara.
Asentí y no perdimos el tiempo en montar cada
uno en nuestras respectivas monturas. Aunque me puse en cabeza, iba echando una
mirada hacia ambos elfos para no perderles de vista y asegurarme que nada les
pasaba. Más que mirarles, era a Enthelion a quien intentaba no perder de vista.
De algún modo no quería separarme de él. Él, por otro lado, tampoco se mantenía
muy lejos de mí.
Viajábamos a paso lento, mirando a nuestro
alrededor al más mínimo ruido que escucháramos fuera de lugar. Sin duda habían
frustrado los planes de Thoribas y era algo que no nos iba a perdonar de ningún
modo. Aunque aquellos pensamientos habían permanecido en mi mente durante el
principio del viaje, rápidamente se vieron arrojados al olvido. No entendía
porqué me sentía así con Enthelion. Le estaba agradecida por lo que había
hecho, por supuesto, pero esa necesidad de estar con él que crecía con cada día
que pasaba la tenía de antes... No quería equivocarme de nuevo, pero tampoco
quería perderle. Estaba decidida a no abandonar su lado pasara lo que pasara.
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