Me giré rápidamente para ver quién o qué podía
haberme rozado, esperando que fuera Thoribas queriendo —y logrando—
asustarme. Tuve que nadar de espaldas para apartarme de lo que acababa de
descubrir. Ni se trataba del druida ni tampoco de ningún tipo de animal que
pudiera vivir en aquel horrible lugar. Una gruesa cadena de hierro subía desde
las oscuras profundidades con un cadáver atado a su extremo superior boca
abajo. Se trataba de un humano cuya carne llevaba ya un tiempo
descomponiéndose. Aquella visión no solo me horrorizó aún más, sino que me
revolvió el estómago. Había visto muchos cadáveres en mi vida y todo tipo de
heridas, pero aquello era distinto. Giré sobre mí misma e intenté mirar más
allá, viendo que aquel cuerpo no era el único en sufrir tal destino. ¿Quién
habría llevado todos aquellos cuerpos hasta allí? ¿Estarían aún con vida cuando
les echaron al agua? Las preguntas empezaron a inundar mi mente, pero debía
deshacerme de ellas cuanto antes y centrarme. Había visto un camino que daba
con la otra orilla, pero para ello cogí aire de nuevo antes de sumergirme y
dirigirme hacia él. Descendía, por lo que me llevaba a un nivel inferior.
Cuando pisé la orilla di gracias a Elune por no seguir nadando más. De repente
recordé las palabras de Thoribas: cuando te des cuenta de que no hay
salida, accede a la galería inferior. Si quieres sobrevivir, baja. Las
paredes seguían siendo de piedra, el suelo cubierto de arena, telarañas
colgando del techo y más cadáveres aquí y allá según avanzaba por aquellos
pasillos. La temperatura era mucho más fría que en las galerías superiores y el
estar empapada hacía que el frío se me calara incluso en el alma. Por más que
intentaba encontrar una salida, no hallaba ninguna. ¿Es que Thoribas tenía
razón y no tenía escapatoria? Me era imposible mantener la calma. Cada vez me ponía
más nerviosa y no era capaz de controlarme. Empecé a correr por los pasillos en
busca de algún lugar por el que huir de aquella pesadilla en la que se había
convertido mi prisión. Ascendí por uno de ellos, ignorando ya la grotesca
decoración del lugar, y me detuve para intentar recuperar la respiración,
apoyando las manos sobre las rodillas. Noté cómo el rostro se me humedecía y mi
visión se nublaba. Me sorprendió el eco de mi propio grito resonando a través
de los pasillos. Las piernas me temblaron y fallaron, siendo incapaz de tenerme
en pie.
—¡Las ratas han comenzado a salir! ¡Si te
muerden, enfermarás!
La voz de Thoribas hizo que me pusiera en pie de
un impulso y siguiera corriendo hacia la sala principal. El eco de su voz se
hizo con el lugar, impidiéndome saber de dónde provenía. ¿Me vigilaba?
Seguramente lo hiciera. Tal vez hubiera algún modo de levantar la pesada reja
de la puerta que llevaba al exterior. No tardé en llegar y en subir las
escaleras, pero cuando llegué a la reja me encontré con el humano al otro lado
de la misma. Me miró con una sonrisa. Aunque lograra salir, él me esperaría
fuera para volver a llevarme al interior de la cripta. Bajé unos cuantos
escalones y recordé algo crucial que se me había pasado hasta aquel momento; la
runa. No sabía muy bien cómo funcionaban aquellas cosas, sólo sabía que tenían
un rango limitado, pero conocía bien a Enthelion. Sabiendo que corría peligro,
debía haber cogido el primer barco en dirección a Ventormenta después del mío.
—Enthelion, pon en aviso al Templo de la Luna
respecto a Thoribas.
No quería decir nada más, pues sabía que el
druida estaría escuchando y que podría usar lo que dijéramos a su favor.
Tampoco estaba segura de si mi intuición era correcta y se hallaba en los
Reinos del Este o si, por el contrario, seguía en Darnassus, en el continente
allende el mar. Por suerte hubo respuesta por parte de mi compañero.
—¿Ocurre algo?
—Un humano me ha dejado inconsciente a
nuestra llegada tras matar a mi escolta y ahora estoy encerrada en una cripta.
Preguntó si quería que se acercara, pero tuve
que rechazar su ofrecimiento. Si lo hiciera sería como admitirle a Thoribas
abiertamente lo asustada que estaba y no quería darle esa satisfacción. El
humano que aguardaba en el exterior me miró mientras comenzaba a reírse, sin
saber muy bien si entendía el darnassiano como para haber comprendido mis
palabras. Golpeó uno de los gruesos barrotes y todo se volvió negro en un
instante con un mortecino silencio.
Un fuerte impacto contra algo que se rompía bajo
mi cuerpo me despertó, acompañado de un agudo dolor. El muy hijo de orca debía
haberme tirado por el pozo que había en la entrada tras dejarme inconsciente.
Sentía el cuerpo dolorido, pero sobre todo la pierna izquierda. Cuando logré
incorporarme vi que tenía algo clavado en el muslo. Se trataba de un hueso
largo y astillado que me quité con un alarido. Tras vendar la herida con la
tela de mi camisa interior me fijé dónde estaba. El pozo había sido usado con
anterioridad para tirar restos de cadáveres hasta haber creado el montón de
centenares de huesos sobre el que me hallaba. Me aparté de ellos con un grito
atravesando mi garganta. Me tiré al suelo horrorizada y mareada. Sin saber muy
bien por qué, grité su nombre.
—¡Estoy a punto de largarme, ¿qué quieres?!
Ignoré el eco que repetía sin cesar sus palabras
y le rogué que no me dejara allí. Las lágrimas comenzaron a recorrer mis
mejillas y el oxígeno parecía faltarme. Comencé a hiperventilar a sabiendas de
que aquello no me ayudaría en nada. Era consciente de mi situación, pero el
pánico se había apoderado de mí. Unos suaves y rápidos pasos me pusieron en
alerta y pude ver una rata caminando cerca de la pared. Me puse en pie y
comencé a caminar hacia la única dirección que vi. Me dolía horrores la
reciente herida y no me permitía terminar de apoyar la pierna en el suelo.
Maldije para mis adentros mi mala suerte.
—Ya están sobre aviso, Dalria.
La voz de Enthelion me sorprendió. Me preguntaba
cuánto rato había permanecido inconsciente y si se había intentado poner en
contacto conmigo de nuevo.
—Si le ven, que... Que le arresten o algo
parecido.
—¿Has dicho algo? Me ha parecido oírte.
—Oh, Dalria, Dalria... —esta vez era
Thoribas quien hablaba—. ¿Cómo pretendías que te encerrara sin tener en
cuenta la runa? No te oirán con claridad a menos que estés en el piso de
arriba.
Mi suerte no parecía mejorar, pues la única
salida que había de aquel piso para poder ascender era atravesando de nuevo la
zona inundada y llena de cadáveres. No tuve más remedio que volver a meterme en
aquel agua putrefacta y sumergirme. Se trataba de otro camino que no había
visto antes el que llevaba con la segunda sala en la que me había despertado.
Crucé a nado lo más rápido que pude aquella sala hasta dar con la otra orilla.
Agradecí estar en unos pasillos que conocía mejor. Rápidamente saqué la runa
para informarle a Enthelion de que tardaría en regresar debido al lugar en el
que me hallaba encerrada. Regresé a la sala principal y me senté en las pocas
escaleras que había, dándome al fin un respiro. Esperaba no coger ningún tipo
de infección grave en la herida tras el breve baño. Mientras, Mikh saludó por
el comunicador y le puse con rapidez y brevedad al corriente de la situación.
Pocos minutos después, un sonido metálico inundó la estancia y recorrió los
pasillos. Miré hacia el pasillo inferior alarmada. No me daba muy buena pinta
aquel sonido.
—¿Has sido tú, Thor? —pregunté.
—Oh, oh, oh... se me olvidó comentártelo. No
te quedes demasiado tiempo en el mismo sitio o dará contigo.
Quise averiguar de qué hablaba, qué daría
conmigo, pero el silencio fue su respuesta. Me acerqué al pasillo mientras el
sonido de unas cadenas siendo arrastradas por el suelo se hacía más fuerte,
acompañado por un rugido. Noté cómo las piernas y mi cuerpo comenzaron a temblar
involuntariamente.
—Mi castigo no tendrá gracia si te da caza
tan pronto. Encuentra una vía de escape cuanto antes.
—Dalria, creo que no tienes todo tan bajo
control —comentó Enthelion.
Era obvio que no tenía nada bajo control cuando
le había dicho que estaba encerrada, creí que lo habría captado. Seguí
caminando mientras aquel sonido seguía retumbando. No solo no había cesado en
ningún momento, sino que se hizo más fuerte cuando llegué a la sala con las
pequeñas criptas en su interior. Aunque había intentado alejarme de aquel
ruido, había hecho justo lo contrario. No dejaba de oír aquel incesante
estruendo y cada vez lo escuchaba más y más cerca, acompañado por los latidos
de mi corazón que luchaba por salírseme del pecho.
Giré en una intersección sin saber muy bien si
me dirigía o distanciaba de lo que fuera que producía aquel estruendo. Parecía
venir de todas partes y mi rostro se había empapado de lágrimas sin que me
diera cuenta. Las rodillas me temblaban y mi cuerpo no obedecía a mi mente, iba
por libre. Tuve que detenerme para coger aire y presté atención. El sonido de
las cadenas no se había detenido, pero se oían cada vez más lejanas. La suerte
comenzaba a sonreírme, o eso parecía. Mediante el comunicador supe que el nuevo
recluta y Enthelion venían a buscarme, a pesar de las insistencias de Thoribas
en que jamás darían conmigo. Me encontré sin saber muy bien cómo con las
rodillas clavadas en el suelo. Me levanté y miré a mi alrededor. Paredes de
piedra, tumbas abiertas y cadáveres. El que tenía a mi izquierda tenía un
polvoriento anillo en el dedo anular de la mano izquierda y le faltaba el
pulgar. Gracias a las vueltas que había dado por aquella cripta me había
memorizado los pocos pasillos que había, por lo que sabía bien dónde estaba.
Seguí caminando, más tranquila al no oír más ruidos y al saber que Enthelion
estaba en camino, pero algo me hizo caer al suelo de un fuerte golpe en la
espalda. Frené la caída con las manos y me giré para ver qué o quién era. Si
bien esperaba que fuera aquello que parecía recorrer la cripta arrastrando una
cadena, me encontré con Thoribas. Noté algo distinto en su rostro, algo que no
había visto nunca antes. Mantuvo en alto su bastón de oscura madera y comenzó a
golpearme con él sin descanso alguno. Interpuse los brazos intentando
defenderme, pero pronto me dolieron como si me hubiera roto los huesos. El
cuerpo entero comenzó a dolerme y no había parte que no hubiera sido golpeada
con el bastón. Sus insultos a viva voz perforaban mis oídos, pero era incapaz
de prestar atención a lo que decía. Intenté arrastrarme por el suelo para
alejarme de él, pero no podía. La aflicción era tal que me había arrebatado las
fuerzas que aún me quedaban. Cuando se detuvo, se sentó sobre mí y me cogió de
la pechera, incorporándome lo suficiente para golpearme la cabeza contra el
suelo hasta que todo oscureció.
El frío se había vuelto tan lacerante como el
daño de mis heridas. Mordía mi piel y tiraba con fuerza de ella. Mis dedos se
aferraban débilmente al sucio suelo de donde quisiera que me encontrara. Logré
abrir los ojos para mirar a mi alrededor. No había nada de luz y el eco de mis
débiles quejidos me informó de que se trataba de un lugar muy pequeño y
cerrado. Debía tratarse de una de las pequeñas criptas interiores con las que me
había cruzado antes. El cuerpo me dolía por completo. Cuando me crucé de brazos
para intentar mantener mejor el calor corporal, me di cuenta de que me hallaba
semidesnuda. Maldije a Thoribas mediante el comunicador, aunque no sabía muy
bien si aquello serviría de algo. Al hablar no pude evitar toser con fuerza,
seguido de un fuerte dolor en el pecho. El miedo y el asco se apoderaron de mí
con rapidez. Esperaba que no me hubiera tocado, pero la suerte no me era
favorable desde que había decidido ir en busca del druida. Grité una y otra
vez, rogándole que me sacara de donde estaba, ayudando a que las lágrimas
brotaran con mayor facilidad. Al final iba a ser cierto que iba a morir allí
abajo como había dicho. De haberlo sabido, ¿habría cedido los Centinelas de
Elune a una persona como él y que era capaz de hacerle aquello a alguien?
Mi llanto había cesado hacía rato y mi rostro se
había secado. Me hallaba en posición fetal para intentar mantener el poco calor
que mi cuerpo desprendía mientras procuraba que el sueño no me venciera, pero
los párpados me pesaban cada vez más. La voz de Enthelion a través de la runa
me reconfortó y me obligué a mantenerme despierta.
—Estamos intentando pasar, guarda la calma.
No pude evitar echarme a llorar de nuevo,
levantándome para acercarme a la puerta de mi prisión. Apenas me tenía en pie,
no me quedaban ya fuerzas, pero las usé para golpear la puerta. No tardé en
desplomarme sobre el suelo, agotada. Ya no podía más. Era muy fácil cerrar los
ojos y dejarse llevar, pero debía aguantar por Enthelion. ¿Había escuchado
realmente su voz o la agonía que sentía había jugado con mi imaginación? No
podía jugármela. Si era real, tenía que ayudarle a dar conmigo. Si no lo era...
No quería pensar en eso, no tenía tiempo. Decidí indicarle por runa dónde
estaba, cerrando lentamente los ojos. Quería luchar, pero ya no podía más.
—¡Dalria! ¡Dalria, ¿me oyes?!
No sé de dónde saqué las fuerzas suficientes
para volver a golpear la puerta, gritando su nombre. Su cálida voz era real y
estaba fuera. Una súbita esperanza se apoderó de mí. Escuché cómo golpeaba y
echaba abajo las otras puertas mientras seguía golpeando la que me privaba de
mi libertad. Oí sus pasos detrás del portón que me mantenía encerrada en aquel
lugar y le oía hablarme, pidiéndome que aguardara, que ya había llegado. Sólo
unos centímetros de gruesa madera nos separaban.
—Apártate, la echaré abajo.
Obedecí y me arrastré hasta la parte posterior
de aquel lugar. Intentó abrirla con un fuerte golpe, pero estaba encallada.
Volvió a golpear, esta vez con más fuerza, y finalmente mi prisión se abrió.
Intenté mantenerme serena, como si nada hubiera pasado, y le hice saber que
informaría al Templo en cuanto regresara a la ciudad. Me estudió con la mirada,
una mirada que jamás esperaba ver en él. Sus ojos estaban inundados en rabia.
Al ver cómo intentaba cubrirme inútilmente con los brazos y que hasta aquello
me provocaba quejidos de dolor, se quitó la capa y me tapó con ella. Con sumo
cuidado, como si fuera algo extremadamente frágil, me cogió en brazos y me pegó
contra su pecho. La calidez de su cuerpo me reconfortaba hasta límites que ni
siquiera había podido imaginar. Cerré los ojos mientras dejaba que me sacara de
aquel horrible lugar. Noté el aire frío del exterior golpeándome en la cara, reavivando
el dolor de mis heridas, pero aquello ya no tenía importancia. Estaba en los
brazos de Enthelion, rodeada de su calidez y su aroma. El miedo al fin me había
abandonado.
Enthelion piensa volver a pasearse por los Errantes. No tardando demasiado.
ResponderEliminarAh, y que me corro con tu relato, hoyga.
ResponderEliminar¿No tardando demasiado implica aproximadamente cuánto tiempo?
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