miércoles, diciembre 03, 2014

El fin de la pesadilla


Me giré rápidamente para ver quién o qué podía haberme rozado, esperando que fuera Thoribas queriendo —y logrando— asustarme. Tuve que nadar de espaldas para apartarme de lo que acababa de descubrir. Ni se trataba del druida ni tampoco de ningún tipo de animal que pudiera vivir en aquel horrible lugar. Una gruesa cadena de hierro subía desde las oscuras profundidades con un cadáver atado a su extremo superior boca abajo. Se trataba de un humano cuya carne llevaba ya un tiempo descomponiéndose. Aquella visión no solo me horrorizó aún más, sino que me revolvió el estómago. Había visto muchos cadáveres en mi vida y todo tipo de heridas, pero aquello era distinto. Giré sobre mí misma e intenté mirar más allá, viendo que aquel cuerpo no era el único en sufrir tal destino. ¿Quién habría llevado todos aquellos cuerpos hasta allí? ¿Estarían aún con vida cuando les echaron al agua? Las preguntas empezaron a inundar mi mente, pero debía deshacerme de ellas cuanto antes y centrarme. Había visto un camino que daba con la otra orilla, pero para ello cogí aire de nuevo antes de sumergirme y dirigirme hacia él. Descendía, por lo que me llevaba a un nivel inferior. Cuando pisé la orilla di gracias a Elune por no seguir nadando más. De repente recordé las palabras de Thoribas: cuando te des cuenta de que no hay salida, accede a la galería inferior. Si quieres sobrevivir, baja. Las paredes seguían siendo de piedra, el suelo cubierto de arena, telarañas colgando del techo y más cadáveres aquí y allá según avanzaba por aquellos pasillos. La temperatura era mucho más fría que en las galerías superiores y el estar empapada hacía que el frío se me calara incluso en el alma. Por más que intentaba encontrar una salida, no hallaba ninguna. ¿Es que Thoribas tenía razón y no tenía escapatoria? Me era imposible mantener la calma. Cada vez me ponía más nerviosa y no era capaz de controlarme. Empecé a correr por los pasillos en busca de algún lugar por el que huir de aquella pesadilla en la que se había convertido mi prisión. Ascendí por uno de ellos, ignorando ya la grotesca decoración del lugar, y me detuve para intentar recuperar la respiración, apoyando las manos sobre las rodillas. Noté cómo el rostro se me humedecía y mi visión se nublaba. Me sorprendió el eco de mi propio grito resonando a través de los pasillos. Las piernas me temblaron y fallaron, siendo incapaz de tenerme en pie.
—¡Las ratas han comenzado a salir! ¡Si te muerden, enfermarás!
La voz de Thoribas hizo que me pusiera en pie de un impulso y siguiera corriendo hacia la sala principal. El eco de su voz se hizo con el lugar, impidiéndome saber de dónde provenía. ¿Me vigilaba? Seguramente lo hiciera. Tal vez hubiera algún modo de levantar la pesada reja de la puerta que llevaba al exterior. No tardé en llegar y en subir las escaleras, pero cuando llegué a la reja me encontré con el humano al otro lado de la misma. Me miró con una sonrisa. Aunque lograra salir, él me esperaría fuera para volver a llevarme al interior de la cripta. Bajé unos cuantos escalones y recordé algo crucial que se me había pasado hasta aquel momento; la runa. No sabía muy bien cómo funcionaban aquellas cosas, sólo sabía que tenían un rango limitado, pero conocía bien a Enthelion. Sabiendo que corría peligro, debía haber cogido el primer barco en dirección a Ventormenta después del mío.
Enthelion, pon en aviso al Templo de la Luna respecto a Thoribas.
No quería decir nada más, pues sabía que el druida estaría escuchando y que podría usar lo que dijéramos a su favor. Tampoco estaba segura de si mi intuición era correcta y se hallaba en los Reinos del Este o si, por el contrario, seguía en Darnassus, en el continente allende el mar. Por suerte hubo respuesta por parte de mi compañero.
¿Ocurre algo?
Un humano me ha dejado inconsciente a nuestra llegada tras matar a mi escolta y ahora estoy encerrada en una cripta.
Preguntó si quería que se acercara, pero tuve que rechazar su ofrecimiento. Si lo hiciera sería como admitirle a Thoribas abiertamente lo asustada que estaba y no quería darle esa satisfacción. El humano que aguardaba en el exterior me miró mientras comenzaba a reírse, sin saber muy bien si entendía el darnassiano como para haber comprendido mis palabras. Golpeó uno de los gruesos barrotes y todo se volvió negro en un instante con un mortecino silencio.

Un fuerte impacto contra algo que se rompía bajo mi cuerpo me despertó, acompañado de un agudo dolor. El muy hijo de orca debía haberme tirado por el pozo que había en la entrada tras dejarme inconsciente. Sentía el cuerpo dolorido, pero sobre todo la pierna izquierda. Cuando logré incorporarme vi que tenía algo clavado en el muslo. Se trataba de un hueso largo y astillado que me quité con un alarido. Tras vendar la herida con la tela de mi camisa interior me fijé dónde estaba. El pozo había sido usado con anterioridad para tirar restos de cadáveres hasta haber creado el montón de centenares de huesos sobre el que me hallaba. Me aparté de ellos con un grito atravesando mi garganta. Me tiré al suelo horrorizada y mareada. Sin saber muy bien por qué, grité su nombre.
—¡Estoy a punto de largarme, ¿qué quieres?!
Ignoré el eco que repetía sin cesar sus palabras y le rogué que no me dejara allí. Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas y el oxígeno parecía faltarme. Comencé a hiperventilar a sabiendas de que aquello no me ayudaría en nada. Era consciente de mi situación, pero el pánico se había apoderado de mí. Unos suaves y rápidos pasos me pusieron en alerta y pude ver una rata caminando cerca de la pared. Me puse en pie y comencé a caminar hacia la única dirección que vi. Me dolía horrores la reciente herida y no me permitía terminar de apoyar la pierna en el suelo. Maldije para mis adentros mi mala suerte.

Ya están sobre aviso, Dalria.
La voz de Enthelion me sorprendió. Me preguntaba cuánto rato había permanecido inconsciente y si se había intentado poner en contacto conmigo de nuevo.
Si le ven, que... Que le arresten o algo parecido.
¿Has dicho algo? Me ha parecido oírte.
Oh, Dalria, Dalria... —esta vez era Thoribas quien hablaba—. ¿Cómo pretendías que te encerrara sin tener en cuenta la runa? No te oirán con claridad a menos que estés en el piso de arriba.
Mi suerte no parecía mejorar, pues la única salida que había de aquel piso para poder ascender era atravesando de nuevo la zona inundada y llena de cadáveres. No tuve más remedio que volver a meterme en aquel agua putrefacta y sumergirme. Se trataba de otro camino que no había visto antes el que llevaba con la segunda sala en la que me había despertado. Crucé a nado lo más rápido que pude aquella sala hasta dar con la otra orilla. Agradecí estar en unos pasillos que conocía mejor. Rápidamente saqué la runa para informarle a Enthelion de que tardaría en regresar debido al lugar en el que me hallaba encerrada. Regresé a la sala principal y me senté en las pocas escaleras que había, dándome al fin un respiro. Esperaba no coger ningún tipo de infección grave en la herida tras el breve baño. Mientras, Mikh saludó por el comunicador y le puse con rapidez y brevedad al corriente de la situación. Pocos minutos después, un sonido metálico inundó la estancia y recorrió los pasillos. Miré hacia el pasillo inferior alarmada. No me daba muy buena pinta aquel sonido.
¿Has sido tú, Thor? —pregunté.
Oh, oh, oh... se me olvidó comentártelo. No te quedes demasiado tiempo en el mismo sitio o dará contigo.
Quise averiguar de qué hablaba, qué daría conmigo, pero el silencio fue su respuesta. Me acerqué al pasillo mientras el sonido de unas cadenas siendo arrastradas por el suelo se hacía más fuerte, acompañado por un rugido. Noté cómo las piernas y mi cuerpo comenzaron a temblar involuntariamente.
Mi castigo no tendrá gracia si te da caza tan pronto. Encuentra una vía de escape cuanto antes.
Dalria, creo que no tienes todo tan bajo control —comentó Enthelion.
Era obvio que no tenía nada bajo control cuando le había dicho que estaba encerrada, creí que lo habría captado. Seguí caminando mientras aquel sonido seguía retumbando. No solo no había cesado en ningún momento, sino que se hizo más fuerte cuando llegué a la sala con las pequeñas criptas en su interior. Aunque había intentado alejarme de aquel ruido, había hecho justo lo contrario. No dejaba de oír aquel incesante estruendo y cada vez lo escuchaba más y más cerca, acompañado por los latidos de mi corazón que luchaba por salírseme del pecho.

Giré en una intersección sin saber muy bien si me dirigía o distanciaba de lo que fuera que producía aquel estruendo. Parecía venir de todas partes y mi rostro se había empapado de lágrimas sin que me diera cuenta. Las rodillas me temblaban y mi cuerpo no obedecía a mi mente, iba por libre. Tuve que detenerme para coger aire y presté atención. El sonido de las cadenas no se había detenido, pero se oían cada vez más lejanas. La suerte comenzaba a sonreírme, o eso parecía. Mediante el comunicador supe que el nuevo recluta y Enthelion venían a buscarme, a pesar de las insistencias de Thoribas en que jamás darían conmigo. Me encontré sin saber muy bien cómo con las rodillas clavadas en el suelo. Me levanté y miré a mi alrededor. Paredes de piedra, tumbas abiertas y cadáveres. El que tenía a mi izquierda tenía un polvoriento anillo en el dedo anular de la mano izquierda y le faltaba el pulgar. Gracias a las vueltas que había dado por aquella cripta me había memorizado los pocos pasillos que había, por lo que sabía bien dónde estaba. Seguí caminando, más tranquila al no oír más ruidos y al saber que Enthelion estaba en camino, pero algo me hizo caer al suelo de un fuerte golpe en la espalda. Frené la caída con las manos y me giré para ver qué o quién era. Si bien esperaba que fuera aquello que parecía recorrer la cripta arrastrando una cadena, me encontré con Thoribas. Noté algo distinto en su rostro, algo que no había visto nunca antes. Mantuvo en alto su bastón de oscura madera y comenzó a golpearme con él sin descanso alguno. Interpuse los brazos intentando defenderme, pero pronto me dolieron como si me hubiera roto los huesos. El cuerpo entero comenzó a dolerme y no había parte que no hubiera sido golpeada con el bastón. Sus insultos a viva voz perforaban mis oídos, pero era incapaz de prestar atención a lo que decía. Intenté arrastrarme por el suelo para alejarme de él, pero no podía. La aflicción era tal que me había arrebatado las fuerzas que aún me quedaban. Cuando se detuvo, se sentó sobre mí y me cogió de la pechera, incorporándome lo suficiente para golpearme la cabeza contra el suelo hasta que todo oscureció.

El frío se había vuelto tan lacerante como el daño de mis heridas. Mordía mi piel y tiraba con fuerza de ella. Mis dedos se aferraban débilmente al sucio suelo de donde quisiera que me encontrara. Logré abrir los ojos para mirar a mi alrededor. No había nada de luz y el eco de mis débiles quejidos me informó de que se trataba de un lugar muy pequeño y cerrado. Debía tratarse de una de las pequeñas criptas interiores con las que me había cruzado antes. El cuerpo me dolía por completo. Cuando me crucé de brazos para intentar mantener mejor el calor corporal, me di cuenta de que me hallaba semidesnuda. Maldije a Thoribas mediante el comunicador, aunque no sabía muy bien si aquello serviría de algo. Al hablar no pude evitar toser con fuerza, seguido de un fuerte dolor en el pecho. El miedo y el asco se apoderaron de mí con rapidez. Esperaba que no me hubiera tocado, pero la suerte no me era favorable desde que había decidido ir en busca del druida. Grité una y otra vez, rogándole que me sacara de donde estaba, ayudando a que las lágrimas brotaran con mayor facilidad. Al final iba a ser cierto que iba a morir allí abajo como había dicho. De haberlo sabido, ¿habría cedido los Centinelas de Elune a una persona como él y que era capaz de hacerle aquello a alguien?
Mi llanto había cesado hacía rato y mi rostro se había secado. Me hallaba en posición fetal para intentar mantener el poco calor que mi cuerpo desprendía mientras procuraba que el sueño no me venciera, pero los párpados me pesaban cada vez más. La voz de Enthelion a través de la runa me reconfortó y me obligué a mantenerme despierta.
Estamos intentando pasar, guarda la calma.
No pude evitar echarme a llorar de nuevo, levantándome para acercarme a la puerta de mi prisión. Apenas me tenía en pie, no me quedaban ya fuerzas, pero las usé para golpear la puerta. No tardé en desplomarme sobre el suelo, agotada. Ya no podía más. Era muy fácil cerrar los ojos y dejarse llevar, pero debía aguantar por Enthelion. ¿Había escuchado realmente su voz o la agonía que sentía había jugado con mi imaginación? No podía jugármela. Si era real, tenía que ayudarle a dar conmigo. Si no lo era... No quería pensar en eso, no tenía tiempo. Decidí indicarle por runa dónde estaba, cerrando lentamente los ojos. Quería luchar, pero ya no podía más.


—¡Dalria! ¡Dalria, ¿me oyes?!
No sé de dónde saqué las fuerzas suficientes para volver a golpear la puerta, gritando su nombre. Su cálida voz era real y estaba fuera. Una súbita esperanza se apoderó de mí. Escuché cómo golpeaba y echaba abajo las otras puertas mientras seguía golpeando la que me privaba de mi libertad. Oí sus pasos detrás del portón que me mantenía encerrada en aquel lugar y le oía hablarme, pidiéndome que aguardara, que ya había llegado. Sólo unos centímetros de gruesa madera nos separaban.
—Apártate, la echaré abajo.
Obedecí y me arrastré hasta la parte posterior de aquel lugar. Intentó abrirla con un fuerte golpe, pero estaba encallada. Volvió a golpear, esta vez con más fuerza, y finalmente mi prisión se abrió. Intenté mantenerme serena, como si nada hubiera pasado, y le hice saber que informaría al Templo en cuanto regresara a la ciudad. Me estudió con la mirada, una mirada que jamás esperaba ver en él. Sus ojos estaban inundados en rabia. Al ver cómo intentaba cubrirme inútilmente con los brazos y que hasta aquello me provocaba quejidos de dolor, se quitó la capa y me tapó con ella. Con sumo cuidado, como si fuera algo extremadamente frágil, me cogió en brazos y me pegó contra su pecho. La calidez de su cuerpo me reconfortaba hasta límites que ni siquiera había podido imaginar. Cerré los ojos mientras dejaba que me sacara de aquel horrible lugar. Noté el aire frío del exterior golpeándome en la cara, reavivando el dolor de mis heridas, pero aquello ya no tenía importancia. Estaba en los brazos de Enthelion, rodeada de su calidez y su aroma. El miedo al fin me había abandonado.

3 comentarios:

  1. Enthelion piensa volver a pasearse por los Errantes. No tardando demasiado.

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  2. Ah, y que me corro con tu relato, hoyga.

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  3. ¿No tardando demasiado implica aproximadamente cuánto tiempo?

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